Hace unos años nos tocó visitar una ruta cerca de Cuautla. Íbamos con una propuesta concreta como solemos hacerlo con todas las rutas, llegamos y bastaron cinco minutos para darnos cuenta de que algo no estaba bien.
Muy mal, de hecho.
Todos hablaban al mismo tiempo.
Opiniones cruzadas.
Quejas.
Desacuerdos.
Nadie escuchaba.
Nadie lideraba.
Eso no era un equipo.
Eso era un barco sin timón.
Una ruta que ya se estaba hundiendo… y nadie lo quería ver.
Hoy, esa ruta de transporte público ya no existe.
Uno por uno, los concesionarios comenzaron a entregar sus placas, hartos del desorden, del desgaste, de la falta de estructura. ¿Y sabes qué fue lo más doloroso? No fue por falta de pasaje. No fue por crisis económica. Fue por algo mucho más silencioso… pero letal:
👉 Un liderazgo tibio.
Liderazgo tibio o ausente en una ruta mata
¿Qué pasa cuando nadie toma decisiones en la ruta?
- Se desordena la operación: horarios, reglas y cobros se hacen al “ahí se va”.
- Nadie se hace responsable: si hay un problema, todos echan culpas, nadie lo resuelve.
- Se detiene el crecimiento: si no hay quien impulse, nadie avanza.
Esto mata la rentabilidad. Las rutas no se mueren por falta de pasaje. Se mueren por falta de dirección.
Soluciones para el Transporte Público:
1. Nombrar responsables con autoridad operativa.
Un consejo que tenga el poder de decidir y ejecutar. No más votaciones eternas ni decisiones en el aire.
2. Bitácoras de seguimiento con acuerdos firmados.
Nada de “yo no dije eso”. Cada acuerdo por escrito y con responsables asignados.
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